Yo nací un 24 de abril del año 1951, en un pueblo llamado Cistierna, situado a la falda de la montaña de Riaño en la provincia de León, España.
En mi familia, no había artistas, escritores o algo que se le pareciera, mi familia paterna eran tejeros y mi abuelo materno ferroviario, justo sabían leer y escribir.
Tendría ya unos siete años cuando conocí a un tal Dalmacio, primo de mi madre que era para todo el mundo «El fotógrafo». En mi inocencia me preguntaba como hacía esas imágenes que aparecían en una cartulina con lados recortados en líneas redondeadas, unas más pequeñas, otras más grandes… era para mí todo un misterio.
Quiero situaros en la época en la cual, no había tele, muy pocas radios y los juguetes eran muy simples, por lo cual mis conocimientos técnicos eran nulos, lo que me forzaba a imaginarme en mi inocente mente como sería aquello de la fotografía. Además, la cámara de Dalmcio era pequeña, por lo tanto ¿cómo se “metían” las personas en ella? ¿y después las hacia más grandes y más pequeñas?
Recuerdo escuchar una anécdota de gente de la época que se compró una de las primeras cámaras económicas, aquellas que eran de plástico, y que una vez que terminó de hacer todas las fotografías del carrete, lo abrió para “ver” las fotos que había hecho.
Cuando tenía ya 21 años, pude comprar una cámara fotográfica y pagarme (con mis horas extras) un curso por correspondencia de fotografía AFHA y de esta forma, solvente mis dudas infantiles y la necesidad que como todo ser humano llevamos dentro de buscar un medio de expresión.
Los que hemos vivido y experimentado el proceso físico/químico de la fotografía, lo percibimos como una representación más verídica de la realidad, con respecto a los procesos digitales actuales.
Es claro que, en cada campo de la fotografía, el autor puede aportar su sello, pero es más discutible cuando a una obra fotográfica la queremos elevar a obra de arte.
Para plantearnos el estado actual de la fotografía, deberíamos primero hacer una clasificación de las modalidades en que hoy día se diversifica, todas ellas validas por sí mismas, pero que no se deben mezclar entre sí por sus propias características. Particularmente y sin ánimo de ser concluyente yo dividiría la fotografía en los siguientes campos:
Las personas, paisaje y arquitectura, son en la mayoría de los casos “cosas encontradas“, es decir, estamos ente los que los Dadaístas llamaban “L’objet trouvé” el objeto encontrado más o menos sofisticado, pero encontrado. Los dadaístas hacían suyo el arte del objeto encontrado, pero este mérito solo les corresponde en parte, ya que la del arte del objeto le corresponde al autor del objeto.
Un ejemplo; circulan actualmente maravillosas fotos de paisajes nevados, desiertos, árboles, etc… ¿debemos considerarlas obras de arte?, ¿debemos considerar al autor un artista? En mi opinión son buenos artesanos que conocen bien su oficio y tienen los medios necesarios para ejercerle, para el mercado del arte son autores destacados y sobre todo si el trabajo se presenta en grandes dimensiones.
No quisiera dar la impresión de menos valorar estos campos de la fotografía, pero sí necesitaríamos esforzarnos en llamar a las cosas por su nombre: admiro a Ansel Adams que además de ser un gran artesano y maestro, no necesito normalmente grandes formatos para deleitarnos con su capacidad de observación en las tomas de sus paisajes, admiro a Edward Steichen que captó, además de lo que tenía delante de la cámara, su espíritu, esto sí que lo considero arte.
Tenemos actualmente un gran abanico de posibilidades para la toma de imagen, que nos da la tecnología actual, sea cual sea la utilizada, no cambia el hecho fotográfico, solo cambia la herramienta.
Si consultamos a los pintores actuales, nos ratificaran que hoy en día, los lienzos, pinturas y pinceles son mejores que hace un tiempo no muy lejano, pero dudo mucho que Velázquez hubiera realizado obras más interesantes si hubiera tenido los materiales actuales.
Debemos considerar la cámara fotográfica como una herramienta que evoluciona en el tiempo, que sea analógica o digital no debería acondicionar el poder de expresión que tiene el propio medio.
Particularmente sigo utilizando cámaras analógicas, me permiten un control personal en todo el proceso fotográfico.
Asistimos actualmente a una gran difusión de la fotografía, que al hacerse más asequible económicamente, la practican la mayoría de las personas. La pregunta es… ¿todo el que maneja una cámara es fotógrafo? Para mí la respuesta es clara: sí.
Pero ante esa multitud de fotógrafos actuales hay notables diferencias: La mayoría utiliza la cámara para recuerdo de familia y vacaciones. El amateur se convierte en un pequeño artesano de la fotografía. El profesional trabaja en modas, reportajes, etc… y el artista emplea la fotografía como medio de expresión personal.
Llegados a este punto, volvamos al esquema típico: objeto a fotografiar, cámara, fotógrafo.
La mayoría de las fotos pretendidamente de autor corresponden a un esquema preestablecido que es el objeto encontrado, pero en muchos casos, buscado y seleccionado. No cabe duda de que el resultado depende en gran medida del buen oficio y sensibilidad del autor.
Hay otros autores cuyo método de trabajo es el de pensar la fotografía, crear el escenario y fotografiarlo. Es como de alguna forma fotografiar el pensamiento, lo cual da a la obra ese valor añadido de creatividad y personalidad propios del autor.
Esta forma de trabajar, no quiere decir que tengamos que hacer imágenes absurdas o grotescas. Decía Andrés Bretón que la “belleza es convulsiva o no es nada”, pero no estoy de acuerdo con él, para mi la belleza no tiene por que ser convulsiva, pero sí reflexiva, es decir, tiene que penetrar en la mente del espectador y hacerle reflexionar sobre el discurso de la imagen, de esta forma esa obra siempre estará presente en su memoria, ese es el verdadero fin del arte.
Asistimos con el nacimiento de la fotografía digital y su capacidad de manipulación por los computadores, genera una invasión de imágenes supuestamente creativas por ser inverosímiles que caen en muchos casos en el absurdo sin más intención que el de la imagen irreal.
Desearía que esta situación no nos lleve a apreciar más el tecnicismo que nos ofrecen los medios actuales a la verdadera creación de autor, estaríamos haciendo un flaco favor a la fotografía.
Decía Vicente Huidobro: “crear, crear, crear…” bien está el surrealismo, pero dotado de creación, de lo contrario se puede caer en el absurdo intrascendente que ya estamos viendo desgraciadamente muy a menudo.
Particularmente la mayoría de mi obra corresponde a un planteamiento que yo denomino “Surrealismo creativista” bajo el esquema de pensar, crear, fotografiar.